En Orbita Lunar

Escucha mi voz...,más allá del observador que soy.

La palabra no es suficiente para entrar al otro lado de la sombra. Solo las imágenes son representativas a cualquier lenguaje como antiguos símbolos en una caverna.

Escucha mi voz...,he horadado el tiempo desde el centro del pensamiento, donde acaba la soledad empieza el flujo constante, el ruido silencioso, el caos, el equilibrio integral de Todo.

Al alejarme de mi mismo me vi por primera vez tal como era.

Substancia, eter, expansión sin conceptos.

...no hay sensación fisica, no hay simil que transfiera ésta sensación de equilibrio sin sentimiento.

Mi voz es una muñeca rusa que se instala en la etereidad de los cuerpos, poco a poco, derramándose molecularmente , célula a célula.

Un movimiento residual me acompaña, una leve oscilación que revela un pensamiento cambiante, fluctuante, que se amolda a la relación causal de mis cuerpos con el entorno...,

cada asombro, cada descubrimiento, cada sinapsis que consigo la absorbo en ésta substancia expansiva. Creo la realidad y me sorprendo, capa por capa, estímulo por estímulo, más allá de la luz, en la instantaneidad, creo los estratos de un mundo sin fin.

Ahora que no soy, entiendo, ahora que no tengo ojos, veo...
todo brilla sin colores ni rafagas acusticas ,es un silencio envolvente, adimensional.
Ahora que me alejo me siento conectado. Impasible, atemporal, inespacial.

Todo en este maravilloso universo se rige por esa música hecha de silencio y equilibrio.

Todo, en sus componentes esenciales, no es otra cosa que energía e información, atención e intención.

A medida que el ser humano madura y adquiere experiencia aprende que sus acciones, su conducta, para bien o para mal, tienen unas consecuencias. Es decir, que lo que hacemos genera una fuerza de energía, positiva o negativa, que vuelve a nosotros en la misma proporción. La ciencia demuestra cómo el principio de causalidad se cumple al detalle, por ejemplo, en todas las células sin excepción, porque en el flujo universal de todas ellas ya viene programada la respuesta más adecuada a cada situación concreta.

El principio de causalidad es inexcusable, pero no es menos verdad que también está en nuestras manos optimizar lo negativo, rentabilizar nuestros fallos y fracasos, aprendiendo de ellos y convirtiéndolos en lecciones de vida práctica y sabiduría. Hay momentos en la vida de todo ser humano en los que una experiencia traumática, incluso terrible y nefasta, puede transformarse y optimizarse, dándole una nueva expresión, orientación y motivo.

Se pueden capitalizar los errores y hasta transformar y optimizar la mala suerte y la desgracia, pero con una condición: que nosotros aportemos una inquebrantable esperanza y una tenaz e inteligente actitud mental positiva.

El libre albedrío es, como todas las cosas que el ser humano utiliza para decodificar la realidad, una representación mental. Así que lo más importante es plantearse: ¿Siento esa representación mental?. ¿Esa imagen dentro de mí mismo eligiendo?. ¿Siendo capaz de asumir la posibilidad de elegir entre la multiplicidad de posibilidades?...

¿Soy capaz de sentir como se crean las realidades, capaz de sentir el flujo creador-simbiótico entre la energía y la materia?. Si somos capaces de disolver el yo, e integrarlo en el flujo del Todo podremos percibir el libre albedrío como algo propio, como parte de esa inercia donde estamos cada vez que nos hacemos conscientes de la unidad del Todo. Cada vez que nos sentimos parte del Todo podemos experimentar el libre albedrío en nosotros como una inercia, un dejarnos llevar por las sincronicidades del flujo expansivo...

Por eso mi saludo es: ¡CABALGAD EL FLUJO!

Todos somos universos en miniatura, distintos e irrepetibles, con nuestra propia personalidad e individualidad, y formamos parte del Universo con mayúscula, del Todo que se rige por el intercambio dinámico del dar y el recibir.

Todo cambia, nada es estático y nosotros compartimos ese intercambio dinámico con el Universo.

Tratar de interrumpir o detener este intercambio dinámico universal sería lo mismo que pretender interrumpir o detener el flujo de la sangre en nuestro cuerpo. Todo debe fluir, nada debe estancarse o bloquearse. Lo mismo da que hablemos de dinero, de poder, de amor, de energía, de felicidad, de riquezas... El dar engendra el recibir.

Si buscamos potenciar y alentar la circulación de la riqueza, de la amistad, de la generosidad, de la paz, de la comprensión, del amor, del perdón, necesariamente deberemos de dar de forma generosa estos bienes y hacerlos circular. Cuanto más demos, más recibiremos y en mayor abundancia, porque el principio del intercambio dinámico se cumple inexoráblemente.

Todo lo que existe es producto de esa energía universal que todo lo llena y lo activa, desde el átomo al cosmos. Todos somos esa potencialidad pura, y en el conocimiento consciente de esa, nuestra esencia, y como parte que somos de esa unidad y energía sin límites, está latente en nosotros la capacidad de realizar cualquier sueño, porque somos la posibilidad eterna.

Con el silencio fecundo de la meditación y de la reflexión, la ausencia de juicios de valor y de críticas, estando en frecuente conexión con la naturaleza, percibiendo la interacción de todos los elementos y de todas las fuerzas de la vida bajo el denominador común de la inagotable energía universal. Todo eso llevará al eternauta desde la comunión directa con la naturaleza al contacto profundo y estrecho con la esencia del ser, de lo que verdaderamente es.
Es esa conciencia íntima de la propia esencia la que nos hace inmunes a las críticas y al miedo. El eternauta es consciente de que en la medida que sintonice su mente individual con la frecuencia energética del flujo infinito, mayores serán sus posibilidades de desarrollar su energía y su creatividad.

Cualquiera que se encuentre ya, dando los primeros pasos por el camino de la Conciencia, habrá descubierto la gran verdad que encierra el axioma que dice: "Nos convertimos en lo que pensamos", y en consecuencia, hará lo posible por pensar bien para vivir mejor. Pero es la experiencia del vivir cotidiano la que nos lleva a otro descubrimiento nuevo: la verdad más insoslayable es aquella que afirma que: "Llegamos a convertirnos en lo que practicamos, en lo que hacemos".

-Diario de un Eternauta-

Hablar Bien...

Pensar Bien...

Sentir Bien...

Sólo eso os hará evolucionar.

Una vez fui una piedra,

inamovible en mi dureza.

Luego fui árbol,

flexible en la inmovilidad.

Ahora soy un pensamiento,

transparente desde la energía.

El antídoto más efectivo conta el hábito de juzgar es ponerse en el lugar del otro. Cuando nos acercamos a esta postura, podemos comenzar a comprender los motivos de la otra persona y de las situaciones de la vida.

Antes de opinar sobre cualquier cuestión, hay que plantearse desde que punto de vista miramos al mundo y si ese punto de vista está manipulado por los juicios previos de nuestras creencias.

Los que juzgan por sistema no suelen escuchar a su interlocutor, ya que antes de que este haya terminado, ya están analizando sus puntos débiles para juzgarlo. Cuando se presta atención absoluta a lo que nos están diciendo, desaparece la urgencia de juzgar.

Cuando el mundo se nos cae encima nos sentimos tentados a criticar y censurar. Sin embargo, en lugar de dejarse arrastrar por la fatalidad, cosa que no aporta ninguna solución, conviene aceptar los problemas tal como vienen, a la espera de encontrar una solución viable. Todo pasa en la vida, nada tiene tanto poder, si no se lo damos nosotros mismos, para que se quede.

Si alguien se comporta de una manera que no nos conviene, le etiquetamos de forma negativa. Un primer paso para no juzgar es valorar solo el acto en sí, sin caer en calificativos morales. Antes de condenar a alguien es preferible dialogar con esa persona para compreder los motivos que le han llevado a actuar así.

Cuando tememos no estar a la altura de las circunstancias un juicio rápido nos sirve de apoyo emocional. Juzgar algo nos libera del esfuerzo de comprenderlo.

Detrás de muchos juicios se encuentra el miedo de juzgarse a uno mismo.

Una persona que ha sido tratada injustamente, sobre todo en la infancia, se puede desquitar erigiéndose en la edad adulta, en un cruel juez ante el mundo.

La costumbre de mirarse el ombligo, alimentar el super-ego, puede derivar en una incapacidad para entender lo que sucede alrededor. Ante esa incapacidad, el juicio se convierte en una barrera protectora.

Quién juzga por sistema suele tener dificultades para adaptarse a los cambios.

En esta macromanifestación de la conciencia somos piezas únicas, insustituibles, un gran mosaico, una gran red energética por la que modificamos el presente y condicionamos el próximo futuro.

Cada pensamiento emitido conscientemente, cada deseo de cambio, genera una onda expansiva en el gran mar de energia.

El No Tiempo es ese lugar donde Todo permanece.

Consciencia es igual a saber, es decir, conocer. El que conoce algo, sea lo que sea, es consciente de ello. Pero ese conocimiento no es sabiduría hasta que ese algo y uno mismo son la misma cosa. Cuando eso ocurre, se es... Conciencia.