No existe lo que se conoce como El Futuro. La humanidad se enfrenta a muchos posibles futuros, los cuales dependen de sucesos aparentemente insustanciales. Hemos de aportar nueva información a nuestro equilibrio interior, los viejos paradigmas han quedado obsoletos. Con ello modificaremos nuestro comportamiento y el resultado de nuestra realidad consensuada. Vivimos en un universo sin límites, donde la única limitación es impuesta por nuestra pasividad y nuestra ignorancia.
El Universo es energía en más niveles de vibración, de los que nuestra mente puede imaginar. Todo lo que existe, lo que podemos percibir y lo que no, está sustentado por infinitas combinaciones de vibración energética. Los físicos cuánticos afirman que a nivel subatómico somos espacio vacío, por lo tanto, en realidad somos inmateriales. La materia es una ilusión creada por la decodificación que hacen nuestros sentidos de esta marea energética y la estructuración que forma nuestro cerebro a partir de esos movimientos energéticos. Ese espacio atómico entre los componentes de los átomos es esa energía primordial que de forma inercial, organiza átomos y moléculas para desarrollar todo lo que compone nuestra realidad. El ser humano al intentar comprender esa energía primordial, la humaniza inventando dioses creadores y organizadores de complicadas teologías que al final, vienen a servir a los propósitos ocultos de control de masas que el dominador intenta instaurar, inventando el infierno, el pecado y bueno, una colorida variedad de formas de crear el miedo, suficiente para que el humano, que por tradición, ignorancia o pereza prefiere que le den las respuestas, se sienta incapaz de desafiar a la deidad. Todos los dioses son paganos, porque son invenciones del ser humano para explicarse lo infinito. Y lo infinito no tiene necesidad de explicación, porque el Tao que se nombra ya no es el Tao. Todo lo que es nombrado está en el rango de percepción humana, por lo cual nunca reflejará la inmensidad de su existencia.
