En Orbita Lunar

Con el Big Bang, infinidad de átomos se expandieron por el Universo, formando billones de billones de estrellas que, como en la nuestra, formaron planetas en su entorno. Nuestro planeta tiene átomos de la totalidad del Universo, igual que todos los seres que lo habitamos, por lo tanto formamos parte del origen del Universo. Somos parte de un Todo.

Nuestras cadenas de ADN contienen la información del origen y de la expansión universal. A lo largo de millones de años hemos desarrollado un sistema cerebral para poder estructurar la información que nos llega desde la percepción, capaz de pensar, analizar y asimilar la información que nos rodea y que al vincularnos con ella, nos hace Uno. Toda la información que nos llega a través de las percepciones influirá en nosotros y en nuestro entorno. Por esta razón hemos de aprender a filtrar aquello que nos condiciona a ideas absolutas, aquello que no nos permite ser seres abiertos a todos los conocimientos del alma y dinamizadores de nuestra realidad. Debemos, ante todo, evitar los condicionamientos, los fanatismos, las creencias intolerantes... todo aquello que no permite reconectarnos con nuestra esencia infinita.

Todos estamos en Todo, nuestra vidas no son piezas de un rompecabezas, sino la totalidad universal. El Universo parece estar más cerca de un gran pensamiento que de una infinita y precisa maquinaria de relojería.

El viaje del alma carece de distancias. Se relaciona más bien con Ser que con hacer. En permanecer... que en ir a algún lugar. Ya que los descubrimientos que necesitamos siempre se han encontrado esperando en la naturaleza de nuestra esencia.

No podemos convertirnos en lo que no somos, pero somos mucho más de lo que creemos ser, y hallar este "mucho más", es el verdadero propósito de nuestra búsqueda.

Dice la tradición mágica que cada vez que abrazamos sinceramente a alguien, ganamos un día de vida.

Abrazos para todos.

Feliz Navidad¡¡¡

Durante este viaje del alma, destruimos y reconstruimos constantemente lo que somos.

Todo aquello que toca el código de nuestro espíritu jamás se olvida, y en consecuencia, afecta al resto de la existencia.

Sólo hay dos maneras de buscar la propia verdad. Hacia el exterior o hacia el interior. La búsqueda exterior está sostenida y basada en ideas, arquetipos, y experiencias de otros ajenos al propio buscador. Nutriéndose de Internet, documentales, charlas, conferencias , libros, etc...
Esta clase de búsqueda exógena tiene como defectos más visibles, la acumulación de información y debido a esa misma acumulación, la incapacidad de experimentación consciente de los conceptos que se derivan de esa información. Haciendo crecer el factor vulnerabilidad y la posibilidad de manipulación hacia el propio buscador. Todos conocemos a alguien que está llevando a cabo una supuesta búsqueda interior o espiritual, pero que todo lo que llega a expresar viene avalado con un... "he leído, he visto en youtube, mi maestro me ha explicado, o tal líder metafísico mediático dice tal cosa"... Pero en realidad no comunica nada que no haya sido mediatizado antes por las supuestas experiencias de otras personas, aparentemente más sabias.
Hay muchas personas que hacen de esto una carrera altamente lucrativa. Simplemente mezclando un poco de aquí, un poco de allá, lo que más les ha llamado la atención, o lo que está en ese momento de moda cósmica, y repitiéndose como loros conferencia tras conferencia ante audiencias ávidas de "conocimiento", o hartas del aburrimiento de sus propias vidas, capaces de tragarse cualquier concepto envuelto con un papel de regalo atractivo, estampado de estrellas y constelaciones.
Existe un factor dentro de las capacidades del ser humano, que se llama resonancia, y que hace que tu plexo solar se agite con un baile de mariposas fantasmas. Esa es una señal innegable de que la información que estas captando en ese preciso instante es viable de ser experimentada por tí, como ser con capacidad evolutiva. Esa resonancia te revela que la información está en consonancia con la vibración de tu mundo interior. Entonces deshazte del miedo y experimenta. La evolución es una constante inversión de esfuerzo y voluntad para poder crear la acción necesaria que llegue alterar tu realidad.
Experimenta, porque si experimentas desarrollarás tus propios arquetipos y eso es lo que te llevará a la otra modalidad de búsqueda, la propia, la búsqueda interior. El desarrollo de paradigmas propios, sabiendo que en cualquier momento, que ante cualquier necesidad los deberás cambiar, al mismo tiempo que tu mundo interior y tu mente vayan evolucionando y cambiando también. No hay que detenerse en los arquetipos que otros utilizan con asiduidad. Están bien como estación de tránsito, como baliza momentánea para hacer un recuento de tus posibilidades, para descansar y recargarte de energía. pero hay que continuar la búsqueda, porque esta no tiene fin, no puede tener fin, desde el momento en que somos seres universales, la inercia del universo es el cambio, la transformación, el movimiento eterno hacia nuevas posibilidades de realidad.

Extraído del blog: "2017 La sencillez del no camino."

La humanidad entera percibe el mundo que conocemos, en los términos en que lo hacemos, solamente porque compartimos cohesión y uniformidad energética.

Sin que nos demos cuenta adquirimos estas dos condiciones en el transcurso de nuestra crianza. Y las tomamos hasta tal punto por dadas, que no nos apercibimos de su importancia vital hasta el momento de enfrentarnos con mundos distintos al mundo habitual. En esos momentos se hace evidente que para poder percibir de una manera coherente y total, necesitaremos una nueva cohesión y uniformidad energética que nos coloque en una resonancia alterada de la acostumbrada, desde la que percibir y estructurar esa nueva información, para que así se manifieste en nuestro interior.

La sanación es algo más que hacer retroceder a la enfermedad o la lesión. De hecho, muchas sanaciones son superficiales porque su enfoque queda limitado al cuerpo físico. Nacemos para redescubrir las partes más sabias de nosotros mismos. Al hacernos conscientes de que nuestras vidas son un continuo proceso de sanación, podemos aprender a tener paz ante cualquier enfermedad o lesión que pueda manifestarse.

La sanación es un proceso de reconexión con esa parte de nosotros que siempre era, que siempre es y siempre será. Nacemos para tener la oportunidad de trabajar con las cuestiones que se desarrollan en nuestras vidas, para ser hacedores de paz, y llegar a vernos y aceptarnos tal como somos. En este sentido, el hilo de oro de la sanación se ve como un proceso de transformación, un proceso que busca llegar a ser uno con nosotros mismos. Nuestras vidas son vehículos para llegar a conectar con las características, similares a las del niño, con las que nacimos, características que no están dañadas, y son inocentes e íntegras.

Llegará un día que desaparecerá la separación, que se diluirá la dualidad que ahora nos aturde. Ese día recordaremos quienes somos realmente.

Actualmente la raza humana se divide en tres modalidades de relacionarse con la realidad.
Hay una primera humanidad que sólo “VE”.
Existe una segunda humanidad que “MIRA”.
Y al tiempo de estas dos, existe una tercera humanidad que “CONTEMPLA”.
Sin la subjetividad que llamamos ego, no tendríamos manera de saber que existimos como seres individuales en este estrato de vibración universal.
Ciertamente existe un yo, aunque no se trata de una cualidad sino de un proceso, que al ser sentido, nos hace creer que pertenece a alguien.
Desde la perspectiva de la evolución y la historia vital de una persona, ese yo puede pasar por tres etapas muy diferenciadas. El yo que se limita a ver como se desarrolla su realidad y se estructura su entorno, sin hacerse responsable de sus pensamientos y acciones. Un yo que mira desde la posibilidad de utilizar su energía creativa para crear en, y para su realidad. Y finalmente un yo contemplativo. Un observador del tiempo y la realidad que incorpora un sentido cósmico a la forma en que entiende la vida.
Ver, es solo eso, ver. Se puede ver sin percibir ninguna alteración, o sentir alguna reacción emocional básica y primigenia. El ver solo requiere el esfuerzo mínimo de pasar por la vida, simplemente eso.
Ver es un primer escalón. Es útil para la supervivencia, pero insuficiente para evolucionar conscientemente hacia una apertura del alma.
En el mirar ya existe una intención, casi siempre sostenida por la capacidad de utilizar la energía de la creatividad. Miran los músicos, los pintores, los escultores, los poetas y los escritores, miran todos los seres con capacidad creativa. Crean a partir de la mirada atenta a la realidad que les rodea. La mirada es el segundo paso en el camino evolutivo de nuestra alma. Cuando el artista mira, crea. El investigador descubre. El aprendiz modela. El alma respira. Mirar es ver más allá, porque a diferencia del ver, el mirar no es pasivo, es el primer nivel del encuentro con nosotros mismos.
Todo lo que somos capaces de conocer no es el conocimiento último. No es suficiente con ver, e incluso con mirar para conocer. Hay una percepción de la realidad que pertenece solo al rango de la contemplación. Es la información intuida, revelada, descubierta a través de los ojos de la mirada interior. La contemplación es una actitud que nos acerca a ser aquello que contemplamos. No es un proceso, ni una experiencia explicable. Sucede cuando dejamos de ser, cuando abandonamos la dimensión espacio temporal para convertirnos en lo contemplado y descubrir así su esencialidad. La contemplación es el nivel que nos convierte en observadores del tiempo, en adictos a la fluidez del no tiempo, a estar centrados desde el no estar. Las más profundas verdades las descubrimos desde el silencio interior, en la suspensión de todo intento de explicar las cosas, a los demás y a nosotros mismos. Callamos para escuchar nuestra voz interior, nuestra verdad. Tal vez por eso hay tantas personas que no callan nunca, porque tienen un miedo inmenso a enfrentarse con su voz interior. Eso solo sucede si hay un juicio. En la contemplación hay un sentido de totalidad, de ser uno con el universo, de no juzgar.
Los que contemplamos, los observadores del tiempo, nos caracterizamos por el silencio. Dejamos que todo suceda sin juzgarlo. Todo lo que tiene lugar es necesario para evolucionar y nadie posee la verdad absoluta para corregir a un semejante. Nos acogemos al derecho de no intervención ante lo que observamos. No se puede introducir información ajena a la vibración específica de una persona. En su realidad esa información simplemente no existe, no hay posibilidad de percibirla. Solo puede acarrear confusión. Todo es tan sencillo como comprender las escalas de vibración y resonancia.
Los observadores del tiempo somos entre esta humanidad ahora existente, la tercera humanidad.

La sanación va mucho más allá de los confines del cuerpo físico. Tiene lugar cuando conectamos con nuestros propios recursos interiores, priorizándolos sobre la intervención externa. Es la conexión interna con esa parte de nosotros que ya está sana. Un reeducar nuestras mentes para aceptar el flujo y los siempre cambiantes estados de la vida. Con pensamiento, intención y acción, podemos aprender a dominar nuestras mentes y nuestra realidad. A partir de este dominio accedemos al tipo de sanación más profundo, que es la victoria sobre el miedo y por lo tanto, sobre el sufrimiento.

Una mente tranquila nos muestra la naturaleza del cambio y de la no permanencia. A través de nuestra tranquilidad, empezamos a aceptar todo lo que nos está ocurriendo. Descubrimos que rendirnos a nuestra enfermedad es a menudo el único camino para superarla.

Al aprender a aceptar con tranquilidad todos los aspectos de la vida, nos despertamos a la totalidad de nosotros mismos. La enfermedad y el sufrimiento aparecen porque la mente no goza de salud-totalidad, está llena de confusión y desesperación. Ser sanado significa regresar uno mismo al lugar en donde la mente obtiene su paz.

La salud y nuestro estado de realidad, van de la mano de nuestra propia coherencia interior.

Una actitud positiva, de afirmación de la vida, es fundamental en el proceso de sanación. La superación de los obstáculos mentales es muy importante con respecto a la propia capacidad de ser sanado. Un cambio de actitud puede ser la mayor sanación posible. La sanación eficaz parte tanto de un cambio de percepción como de un cambio en los hábitos mentales y físicos. La sanación verdadera y completa procede del interior de la persona necesitada. Una vez el paciente se cuestiona una sola de sus pautas de pensamiento, el verdadero trabajo de sanación ya ha comenzado.

La actitud sanadora no es superficial. Implica el conocimiento interior profundo de que no somos víctimas de este mundo, sino que podemos responder a la adversidad de cualquier forma que elijamos. Al responsabilizarnos de nuestra salud y de nuestras vidas, adquirimos cierto dominio sobre aquello que previamente percibíamos como algo que escapaba a nuestro control.

Somos lo que pensamos. Todo lo que somos aparece con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos hacemos nuestro mundo.

Los grandes valores fundamentales que dan sentido y contenido a nuestra vida no dependen de nuestros privilegios, posesiones, roles ni propiedades. Dependerán de nuestra inteligencia, de nuestra conciencia y de ser coherentes e íntegros, de actuar alineados con lo que pensamos y decimos. Debemos aprender a soltar, a no agarrar, a dejar fluir, eso es vivir sin resistencias, siendo creadores de cambios constructivos que provocan mejoras y amplían nuestros horizontes. Para tener esta capacidad de respuesta creativa y positiva es necesario equilibrar la acción con la introversión, el silencio, la reflexión y la meditación. Así iniciamos el camino de la auto observación. No podemos expandir nuestro potencial a nuestro alrededor, si no somos capaces de expandir nuestra propia mente, emociones y mundo interior.

Una mente al servicio de la locura no puede servir más que para la destrucción. Para que un barco llegue a su destino, el agua debe permanecer fuera del barco. Para que nuestras mentes puedan servir, la atmósfera del mundo debe permanecer fuera de nuestras mentes. Que no ocurra que la atmósfera circundante penetre en el barco, sino lo contrario, que las vibraciones de una mente positiva y limpia influyan en nuestro entorno, fortaleciendo a los que viven en el mundo. Para tener una mente capaz de sanar el mundo, primero tenemos que sanarnos a nosotros mismos, cultivando poderes sanadores como la esperanza, la armonía, la compasión, el compromiso, el perdón, la tolerancia y el respeto.

La función del sanador no consiste en llevar a cabo la sanación. En lugar de ello, los sanadores dotan de poder y capacidad a los individuos para que logren su sanación.

Los sanadores deben ser guías poderosos pero pasivos. Deben mantener un fuerte sentido de presencia, pero impedir que se entremeta su yo, su ego. Sirven de espejo, pero, al mismo tiempo, de modelo de posibilidad sanadora.

El papel del sanador consiste en facilitar las capacidades de autosanación, de conciencia de uno mismo, de autoconfianza y de expresión propia del individuo. El papel del sanador consiste en ofrecer confianza y presencia para el que va a ser sanado, para sí mismo y para el proceso de sanación. El sanador debe estar presente a nivel físico, emocional y espiritual, y desde ese ahora presente, manifestarse también en las preocupaciones globales.

Ninguna persona puede revelarnos nada que no sea aquello que está medio dormido en el amanecer de nuestro conocimiento.

La calidad de la relación establecida en la sanación, más que la técnica utilizada, es el cimiento oculto de su efectividad. La magia y la empatía surgen cuando dos personas deciden colaborar en un proceso sanador. Esa magia y esa empatía extraen los potenciales ocultos de sanación tanto del sanador como de la persona sanada. Es esa especial unión, creada desde el acuerdo de avanzar juntos, la que transforma el proceso de curación en sanación.

Mediante la unión de las mentes y los corazones nos damos cuenta de que realmente somos uno. Con la presencia de esta relación, tanto el sanador como el sanado exploran la profundidad de sus experiencias y recursos. Y a través de esta unidad es como ambas partes pueden ser verdaderamente sanadas. Es una posibilidad única para que la individualidad del sanador colabore, desde la generosidad, con la del paciente.

Uno de los papeles primordiales que ha de desempeñar un sanador es el de ayudar a las personas a sintonizar con sus propias e ilimitadas capacidades curativas. Cada uno de nosotros cuenta con una voz interior que le ayuda a regular sus respuestas internas, guiándole con sosiego y veracidad. Es muy importante crear un ambiente de apoyo y reflexión en el cual los individuos consigan hacerse receptivos a su sabiduría innata.

Al facilitar este proceso para que aflore nuestra sabiduría innata, el sanador nos proporciona fuerza para mirar dentro de nosotros y alcanzar la "sanación", en lugar de emplear recursos externos para obtener la "curación". Entonces el sanador y la persona que va a ser sanada pueden explorar la idea de que la enfermedad podría no ser un hecho aleatorio, sino un mensaje que nos dice que nos hemos desviado de nuestro verdadero camino.

El advertir que poseemos estos profundos poderes curativos en nuestro interior no sólo nos capacita para curarnos a nosotros mismos, sino también para apoyar a otros en su búsqueda de sanación.

La fuerza curativa natural que habita dentro de cada uno de nosotros es la mayor arma de que disponemos para recuperar nuestro equilibrio y nuestra salud.

Vendrá un día en que, después de haber sometido los vientos, las mareas y la gravitación, utilizaremos la energía universal del amor. Y ese día, por segunda vez en la historia del mundo, el hombre habrá descubierto el fuego.

Suele verse al amor como el denominador común que subyace y une toda sanación que tiene éxito. Sin él no puede haber verdadera sanación, puesto que la sanación no sólo significa que el cuerpo queda libre de enfermedad o lesión, sino la existencia de un sentido de perdón, de pertenencia y también de interés por las cosas, de ilusión y disfrute de la vida y del mundo que nos rodea.

Aunque al término amor a menudo se le da un sentido muy amplio en los diferentes arquetipos de la sanación, forma parte de todo proceso sanador. La sanación no es completa sin amor auténtico, tanto para la persona sanada como para el sanador. Con suficiente amor para nosotros y para aquellos que necesiten ser curados, podemos ampliar nuestra definición acerca de la esencia de la sanación, y por lo tanto dotar a cualquier arquetipo sanador de más alcance y efectividad.

La salud, o estar sano, es nuestro estado natural. La esencia de la sanación consiste en eliminar los impedimentos para llegar a este estado natural y conducir al individuo a alinearse consigo mismo y con su mundo. Libre de estos impedimentos, la inteligencia innata del sujeto y sus capacidades autorreguladoras le guiarán hacia un estado de bienestar.

El papel del sanador no es otro que el de guiar a aquellos que se han desequilibrado, a fin de restablecer la armonía y la salud en sus vidas. La sanación debe traspasar la mente, el cuerpo y el espíritu del individuo, para sanar las relaciones familiares y, con el tiempo, hasta los desequilibrios globales.

Algo a lo que le damos poder nos hace débiles, hasta que descubrimos que ese algo somos nosotros mismos.

Tuvo que existir un momento en que el hombre levantó la vista hacia el inmenso manto de la noche, y fue repentinamente consciente de que en su interior tenía infinidad de preguntas danzando entre sueños y percepciones. Entonces comenzó a dibujar en las paredes las incógnitas de su antigua memoria. Códigos de granito, petroglifos sinuosos de visiones antropomorfas reverenciando figuras ancestrales. Animales perfilados por artistas con el alma colmada de ocres terrosos, mezclados con la sangre de los bisontes y la evanescencia de tantos momentos detenidos en el tiempo. Esas manifestaciones artísticas son las primeras señales de nuestra humanidad, evidenciada a través del poder de la energía creativa, de la magia, del sentimiento de que siempre ha existido esa otra otra realidad, que se nos escapa de entre los dedos. Los dioses siempre han habitado nuestro interior, pues están formados por la misma sustancia de la que están hechos nuestros sueños.

Tal vez las piedras tengan la respuesta.

Música: Vangelis - Mithodea , Concierto en el templo de Zeus (Atenas)
Fuente video: Kataigida21

" El genio y el loco tienen la capacidad de crear hipótesis nuevas porque ambos son capaces de desconectar de las estructuras prestablecidas y crear nuevas relaciones entre conceptos. La diferencia entre uno y otro es que las del genio cuadran con la realidad y las del loco no "