LA TERCERA HUMANIDAD




Actualmente la raza humana se divide en tres modalidades de relacionarse con la realidad.
Hay una primera humanidad que sólo “VE”.
Existe una segunda humanidad que “MIRA”.
Y al tiempo de estas dos, existe una tercera humanidad que “CONTEMPLA”.
Sin la subjetividad que llamamos ego, no tendríamos manera de saber que existimos como seres individuales en este estrato de vibración universal.
Ciertamente existe un yo, aunque no se trata de una cualidad sino de un proceso, que al ser sentido, nos hace creer que pertenece a alguien.
Desde la perspectiva de la evolución y la historia vital de una persona, ese yo puede pasar por tres etapas muy diferenciadas. El yo que se limita a ver como se desarrolla su realidad y se estructura su entorno, sin hacerse responsable de sus pensamientos y acciones. Un yo que mira desde la posibilidad de utilizar su energía creativa para crear en, y para su realidad. Y finalmente un yo contemplativo. Un observador del tiempo y la realidad que incorpora un sentido cósmico a la forma en que entiende la vida.
Ver, es solo eso, ver. Se puede ver sin percibir ninguna alteración, o sentir alguna reacción emocional básica y primigenia. El ver solo requiere el esfuerzo mínimo de pasar por la vida, simplemente eso.
Ver es un primer escalón. Es útil para la supervivencia, pero insuficiente para evolucionar conscientemente hacia una apertura del alma.
En el mirar ya existe una intención, casi siempre sostenida por la capacidad de utilizar la energía de la creatividad. Miran los músicos, los pintores, los escultores, los poetas y los escritores, miran todos los seres con capacidad creativa. Crean a partir de la mirada atenta a la realidad que les rodea. La mirada es el segundo paso en el camino evolutivo de nuestra alma. Cuando el artista mira, crea. El investigador descubre. El aprendiz modela. El alma respira. Mirar es ver más allá, porque a diferencia del ver, el mirar no es pasivo, es el primer nivel del encuentro con nosotros mismos.
Todo lo que somos capaces de conocer no es el conocimiento último. No es suficiente con ver, e incluso con mirar para conocer. Hay una percepción de la realidad que pertenece solo al rango de la contemplación. Es la información intuida, revelada, descubierta a través de los ojos de la mirada interior. La contemplación es una actitud que nos acerca a ser aquello que contemplamos. No es un proceso, ni una experiencia explicable. Sucede cuando dejamos de ser, cuando abandonamos la dimensión espacio temporal para convertirnos en lo contemplado y descubrir así su esencialidad. La contemplación es el nivel que nos convierte en observadores del tiempo, en adictos a la fluidez del no tiempo, a estar centrados desde el no estar. Las más profundas verdades las descubrimos desde el silencio interior, en la suspensión de todo intento de explicar las cosas, a los demás y a nosotros mismos. Callamos para escuchar nuestra voz interior, nuestra verdad. Tal vez por eso hay tantas personas que no callan nunca, porque tienen un miedo inmenso a enfrentarse con su voz interior. Eso solo sucede si hay un juicio. En la contemplación hay un sentido de totalidad, de ser uno con el universo, de no juzgar.
Los que contemplamos, los observadores del tiempo, nos caracterizamos por el silencio. Dejamos que todo suceda sin juzgarlo. Todo lo que tiene lugar es necesario para evolucionar y nadie posee la verdad absoluta para corregir a un semejante. Nos acogemos al derecho de no intervención ante lo que observamos. No se puede introducir información ajena a la vibración específica de una persona. En su realidad esa información simplemente no existe, no hay posibilidad de percibirla. Solo puede acarrear confusión. Todo es tan sencillo como comprender las escalas de vibración y resonancia.
Los observadores del tiempo somos entre esta humanidad ahora existente, la tercera humanidad.

Posted by Altair | en 19:54

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