En Orbita Lunar

“La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible”.

Cuando sientes en tu interior lo que no se ha oído y lo que no se ha dicho, entras en una calidad superior de atención a la que podemos llamar el Flujo Intangible. Es el mayor regalo con que nos podemos obsequiar a nosotros mismos y a los demás. Unidos de esta forma, aparece un orden superior de consciencia, un orden mayor de pensamiento cuántico e intuitivo. Para los que han aprendido a sentir ese estado de flujo, es literalmente, una presencia sentida. En esta presencia somos transformados sutil y profundamente. Se trata de un estado superior de energía al que se une una mayor consciencia y un correspondiente auge de la intuición y de la inteligencia. Es como si varias funciones de la consciencia, como el sentimiento, el pensamiento, la acción y la sensación, se unieran en un nuevo orden psicofísico.

El águila es una de las aves de mayor longevidad. Llega a vivir setenta años. Pero para llegar a esa edad, en su cuarta década tiene que tomar una seria y difícil decisión. A los cuarenta años, sus uñas se han vuelto tan largas y flexibles que no puede sujetar a las presas de las cuales se alimenta. El pico se curva demasiado y ya no le sirve. Apuntando contra el pecho están las alas, envejecidas y pesadas en función del gran tamaño de sus plumas, y para entonces volar se vuelve muy difícil. Sólo tiene dos alternativas: abandonarse y dejarse morir... o enfrentarse a un doloroso proceso de renovación que le llevará aproximadamente ciento cincuenta días. Ese proceso consiste en volar a lo alto de una montaña y recogerse en un nido, próximo a un paredón donde no necesita volar y se siente protegida. Entonces, una vez encontrado el lugar adecuado, el águila comienza a golpear la roca con el pico... Hasta arrancarlo. Luego espera que le nazca un nuevo pico con el cual podrá arrancar sus viejas uñas inservibles. Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, desprende una a una sus viejas y sobrecrecidas plumas. Y después de todos esos largos y dolorosos cinco meses de heridas, cicatrizaciones y crecimiento, logra llevar a cabo su famoso vuelo de renovación, renacimiento y festejo para vivir otros treinta años más.

Todo es energía, los seres humanos nos hallamos en un continuo intercambio con todo lo que nos rodea. Existe un campo de totalidad no-local en donde se unifica la consciencia, un campo que sostiene esta existencia que siempre se encuentra en un proceso de cocreación consigo mismo y que de esta manera afecta a nuestra localidad material. En el núcleo de nuestra existencia, somos ese campo de totalidad no-local y unificada.

Tanto si somos conscientes como si no, se está librando una batalla en el mundo que refleja a la perfección nuestra propia batalla interior. Para vivir una vida más sostenible y armónica no basta una evolución ni una revolución. Es la hora de dar un salto cualitativo: sólo la metamorfosis individual hará posible la transformación colectiva en este momento evolutivo.

El don más importante que puede entregar una persona a otra, es la inspiración. La inspiración es una energía en forma de ola que lo abarca todo. Cuando nos encontramos en esa perfecta frecuencia de lo que se supone se debe saber o hacer, podemos alcanzar un estado en el que nos sentimos llevados por un impulso de información y energía hasta un estrato de concreción intuitiva conceptual, que fuera de esta ola creativa somos incapaces de percibir.

Es un instante luminoso de inspiración.

Eso es cabalgar el flujo.

Hay que ir siempre más allá del propósito, el propósito es sólo el camino, la muleta, el pretexto inconsciente hacia la información esencial, hacia la comprensión básica de la naturaleza universal. El Reiki, por ejemplo, sólo es una parada en ese estado de comprensión. Practicamos Reiki, con todas sus técnicas, ceremonias, ritos, símbolos, para hacernos interiormente conscientes de nuestra relación con la energía universal. Pongo este ejemplo para que se pueda comprender que mientras necesitemos la técnica estamos detenidos en la estación de la creación mental, pero no de la asimilación interior del concepto energía universal. Utilizamos las técnicas para situarnos en un estado mental concreto gracias al cual podamos ser canales de esa energía para su transmisión a nosotros mismos o a otra persona. La mejor técnica es la que ya no es necesaria. Cuando andamos por nosotros mismos ya no necesitamos ninguna muleta, cuando interiorizamos desde el corazón que somos el universo ya no hace falta ninguna clase de técnica, ceremonia o rito, sólo la libertad de crear. Crear y creer que todo lo podemos, que somos perfectos en nuestra naturaleza universal. Ayudar es dar, transmitir energía universal en el caso del Reiki. Pero la finalidad de ayudar es demostrar que cualquier persona posee la misma esencia universal y se puede hacer consciente de ella y abrir su vida y su mente al amor, a la energía cohesiva y creativa que forma la información inercial del universo, su auto creación, su movimiento infinito. Creer es crear, date la libertad de creer en el universo, porque si crees en el universo te crearás a ti mismo desde esa información e in-formación que está en todo y todos. Somos el universo, somos energía, somos toda la información... si podemos sentirlo, creerlo y crearlo en nuestra realidad.

El simple acto de hablar en voz alta crea una serie de ondas en la atmósfera y, de ese modo, comienza el viaje del pensamiento, porque se ha convertido en energía tangible.

Todo el universo es una máquina vibratoria. Nada permanece en reposo, independientemente del aspecto que presente. Todo lo que hay en el universo se mueve, vibra, gira y se desplaza en patrones circulares y espirales, incluso nuestro ADN. Este mismo principio se puede aplicar a nuestros pensamientos, deseos y sueños. Todas las cosas, hasta el último pensamiento, así como toda la energía, poseen una frecuencia vibratoria única, desde el movimiento de los planetas hasta pasar la uñas por una pizarra o tu voz en la ducha. Los animales perciben sonidos que no podemos escuchar, ya que sus tímpanos vibran a distintas frecuencias, y los murciélagos utilizan la orientación por resonancia. La música está formada por una vibración. ¿Cuántos de nosotros estamos en sintonía con la canción que está interpretando el universo?

La vida quiere entrar en armonía. Cada ritmo, cada nota que creamos, se siente en alguna parte.

La calidad de tu realidad es directamente proporcional a la calidad de las cuestiones que te planteas. Por lo tanto, creamos mientras pensamos.

La intención, es el acto de marcarse un nuevo propósito en la realidad, una nueva meta, inspirada por tu receptividad. La intención es un acto de declaración, un reto de decisión, un acto de voluntad. La intención significa liberarse de los hábitos y los patrones limitadores para que así puedas crear una mentalidad revitalizadora y vivir en sintonía con tu nuevo propósito.

El buscador es un forjador de grietas que fracturan la realidad aparente para captar lo que fluctúa más allá del simulacro.

Las cosas no son absolutas, existen en función de la percepción de cada cual.

De la misma manera que una nota musical vibra y tiene un tono, cada uno de nuestros actos contiene una vibración energética particular.

La energía sigue al pensamiento. Es una manera de entenderlo. Ni el pensamiento, ni la energía se originan en el ámbito de la localidad. En el ámbito local se manifiestan sus sensaciones y resultados. Las consecuencias del movimiento energético que se pueden percibir con alguno de nuestros cinco sentidos.

PENSAR QUE NO PODEMOS ENFADARNOS. Tener debilidades, sentir cualquier emoción negativa estando en el camino de la conciencia.

Sentir que debemos ser perfectos, practicar nuestros ejercicios de meditación, recitar nuestros mantras, danzar haciendo nuestros ejercicios de tai chi, autosanarnos con el Reiki, y creer que todo esto nos apartará de experimentar las emociones que nos desplazarán desde nuestro centro de equilibrio, es una soberana estupidez.

Además pensar que por estar en este camino de búsqueda interior, no podemos enfadarnos nos llevará a un esforzado ejercicio de represión de la ira y de los enojos, que harán su aparición más tarde en forma de rencor, crítica o rechazo.

Mientras estemos en este plano tridimensional, material, mental y emocional, viviremos las situaciones y emociones que correspondan a este plano de conciencia. Algunas de estas sensaciones son positivas, constructivas y muy placenteras, otras no.

El tener el conocimiento intelectual acerca de la acción destructiva que se produce tras ciertas emociones no las hace desaparecer. Sabemos lo malo que puede llegar a ser el enojo, y sin embargo, en ocasiones no podemos evitarlo.

En realidad si que podemos evitar enojarnos, asustarnos o angustiarnos, pero eso exige un trabajo, un entrenamiento mental y emocional, que nos conduzca a desarrollar una capacidad de autoobservación automática y constante de nuestras emociones. Durante este trabajo interior, habrá momentos en que podamos controlar el impulso, pero no nos engañemos, habrá otros momentos en que no podamos ejercer el control tal como hubiéramos deseado y caigamos en el enojo. Una vez que aparezca la emoción negativa, tendremos que descargarla de la manera más positiva posible, e intentar no implicar a nadie. Lo que no se puede hacer es engañarse, decir que "todo está bien en mi mundo", cuando la realidad es otra muy diferente.

La mayoría de las personas que transitan el camino de la conciencia son muy exigentes consigo mismas y pretenden erradicar completamente de sus vidas este tipo de emociones. Esto sólo se logra a través de un largo proceso de transformación de pautas mentales.

Seamos amables con nosotros mismos, aprendamos a querernos, y de vez en cuando démonos el permiso necesario para maldecir, golpear un almohadón, llorar y expresar, sin dañar a nadie, todas las emociones que percibamos como negativas y nos esté tocando vivir.

La autocrítica es una las peores armas de destrucción masiva de nuestro ego. Aprendamos a querernos, cuidarnos y a autovalorarnos y dejemos que el ego, a fuerza de intentar gritar en nuestro cerebro, vaya perdiendo poco a poco su voz.