En Orbita Lunar

Durante la vida acumulamos señales, flases que te seducen del otro lado de la realidad. Sombras que se mueven, súbitas luces, sincronicidades o sueños. Incoherentes balizas que cambian de lugar y textura.

No solemos reparar en ellas, caminamos por los días y ellas caminan con nosotros. Están antes de que lleguemos, esperan pacientes, abren puertas, susurran posibilidades, dejan huellas invisibles como ángeles guardianes. Sin que lo sepas, se integran en tu interior como eslabones de una gran cadena inconclusa.

Estas señales forman glifos pétreos, mándalas de otros mundos. Son como líneas de Nazca, que si las miras abajo, no dicen nada, pero si las miras desde arriba, en perspectiva, cobran cierto sentido y aparece el eslabón que faltaba, la pieza que determina el puzzle interior, impulsando una re-acción en cadena. No disuelven preguntas ni respuestas, las señales son brújulas. Trazan mapas, planos a mundos sensoriales. Son la verdadera ruta hacia el dorado.