En Orbita Lunar

La intuición es nuestro sentido de percepción más recóndito. En el caso de indicaciones externas, vemos, oímos, tocamos, o nos guía algo exterior a nosotros. Cuando se trata de indicaciones internas debemos prestar atención a nuestros sentidos íntimos. Estos sentidos, por lo general, nos dan informaciones muy precisas si aprendemos a captarlas de verdad. Por ejemplo, si experimentamos una sensación de pesadez o de angustia interna, puede que necesitemos calmarnos para postergar una decisión, o para ganar más tiempo y recopilar información adicional que nos permita tomar una elección correcta ante una determinada situación.

El volumen de información que aportamos a la mente colectiva a través de nuestros pensamientos, es parte de esa maraña de reflejos que luego intuitivamente podemos traer a nuestra realidad.

Cada pensamiento, cada decisión que tomamos, cada cosa que hacemos a lo largo de cada día crean una realidad continuada. Sutiles y omnipresentes, las creencias profundas son factores determinantes, e invisibles, en nuestras vidas. Estos pensamientos organizan imperceptiblemente nuestro campo de energía interior y determinan nuestra continua realidad.

El mundo físico, incluidos nuestros cuerpos, es una respuesta del observador. Nosotros creamos nuestros cuerpos como creamos la experiencia de nuestro mundo.

La percepción es un fenómeno aprendido. El mundo en que vivimos, incluida la experiencia de nuestro cuerpo, está íntegramente dictado por la manera en que aprendimos a percibirlo. Si cambiamos la percepción, cambiaremos la experiencia de nuestro cuerpo y nuestro mundo, de nuestra realidad.

Si bien cada persona parece separada e independiente de las demás, todos nosotros estamos conectados por nuestra esencia, la misma esencia que forma holísticamente la totalidad del cosmos. Nuestros cuerpos son parte de la materia universal, nuestra mente un aspecto de la resonancia universal. Nuestra energía, es la energía universal que todo lo forma.