RETORNO A LA MEMORIA. Capítulo Cuatro.

-...Yo sólo conocí a dos de ellos. Mis maestros Kandor y Bequim. Un hombre y una mujer, navegantes de la oscura inmensidad. La bella perfección de sus delicados rasgos apenas dejaba distinguir su sexo. Su prodigiosa altura y sus largos cabellos dorados les distinguían como hijos de una estirpe solar. Las palabras y pensamientos que me legaron demostraban la vejez de sus almas. Nos enseñaron a comprender la respiración de la madre naturaleza, sus latidos y ritmos. Nos trajeron la semilla que es la base de nuestro alimento. Nos explicaron que en nuestro interior todos somos iguales porque todo en el universo está sustentado por la misma luz, en diferentes manifestaciones de realidad...
Una tos húmeda interrumpe el discurso de Anduaka. Silenciando unas palabras que hace tiempo tendrían que haberse fundido en las mentes de sus hermanos, pero que cada vez que las pronuncia le parecen nuevas.

Itzán le hace, como casi siempre, la pregunta que más le emociona.
-Y los dibujos del desierto, maestro...¿Qué significan?...
-Las figuras las fuimos creando mientras recibíamos la sabiduría de esos seres que llegamos a considerar como a unos hermanos mayores. Son una llamada a la atención para las generaciones que aún han de nacer. Son un recordatorio de su presencia, de su hermanamiento con nosotros. Por ese motivo, cuando yo muera no deseo que vuestro recuerdo sea para mí. Tenéis que recordar sus enseñanzas...
Continuará...
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